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Gordó / Guillermo Cacciavillani

“GORDÓ, es la buena vida”, surgió como una sátira de la cultura gourmet y la figura del Bon Vivant. La idea fue quitar las pretensiones y llevar la experiencia del vino y la buena cocina a un público más diverso. Se encuentra sobre el ingreso de un paseo comercial y […]

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“GORDÓ, es la buena vida”, surgió como una sátira de la cultura gourmet y la figura del Bon Vivant. La idea fue quitar las pretensiones y llevar la experiencia del vino y la buena cocina a un público más diverso.

Se encuentra sobre el ingreso de un paseo comercial y gastronómico, situado en barrio Güemes, actual distrito de mayor influencia gastronómica y cultural. El barrio se encuentra a pocas cuadras del centro histórico de la ciudad y es reconocido por su paseo de ferias y anticuarios.

El restaurante se desarrolla en un primer piso compuesto por dos terrazas interconectadas por medio de un circuito de contenedores navales. Posee un ingreso por planta baja de doble altura donde funciona, a modo de cava del restaurante, la TIENDA DE VINOS™, tienda especializada en bodegas boutique y vinos de autor. Al subir, rodeando la gran araña principal estilo Art Deco, uno se encuentra con un primer salón cuyo frente de vidrio se abre en su totalidad, fusionando al mismo con una de las dos terrazas. A su vez este salón es dominado por la cocina, totalmente a la vista, delimitada por una barra preparada para que el comensal pueda degustar un vino mientras aprecia el montaje de los platos.

Este salón se conecta con la otra mitad del restaurante a través de un puente de 12 metros que alberga en su interior un sector de mesas más íntimo. En el otro extremo de este puente, el conteiner se fusiona a 90 grados con otro igual que contiene otro salón y una barra de coctelería clásica en su extremo. Este último, se abre a modo de galería hacia la gran terraza, construida sobre un conjunto de seis contenedores que funcionan como locales comerciales en planta baja. La terraza posee un techo automático que se repliega en una sola pieza dando al lugar gran versatilidad frente al clima.

Para los interiores se utilizaron materiales que desdibujan las dimensiones reales y falsean la lógica de la estructura exterior. Para darle mayor peso y perder la sensación de estar en un conteiner de acero que flota a cuatro metros de altura se tomaron técnicas y materiales sumamente tradicionales, como pisos calcáreos, paredes ornamentadas, aberturas de vidrio repartido, mármol de carrara y techos abovedados de yeso.

GORDÓ presenta dos tipos de mobiliario, las piezas principales que otorgan peso al espacio, como mesones, cavas y muebles de barra se encuentran confeccionada con muebles de estilo renacimiento italiano recuperadas y reutilizadas en mi taller. Por otro lado, las sillas y mesas (mobiliario de uso intensivo) en contraste y reforzando el eclecticismo del lugar, se diseñaron con materiales de gran resistencia, basadas en el estilo Americano.

El lugar se pensó en base a una iluminación teatral, cenital y direccionada, pero posee una serie de luminarias que son más bien una obra lumínica, materializadas en vidrio soplado opalino e ilustradas a mano por una artista joven local. También destaca la araña principal de 2.5 metros en hierro y plástico termo formado como reminiscencia del art deco, que refuerza la identidad caprichosa y excentricismo del lugar.

GORDÓ se diseñó con un sistema de iluminación LED centralizado a 12vlt que lo posiciona como el primer restaurante pensado para economizar el consumo de energía y alivianar los problemas energéticos en el barrio, generados por el rápido crecimiento comercial de la zona.

Para reforzar el espíritu narrativo del lugar se decidió traer un grupo de colaboradores para hacer intervenciones muy puntuales basadas en una simple premisa: “el acto de comer y beber”.

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