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Sutilezas de la línea / Eduardo Mac Entyre

La exposición retrospectiva Sutilezas de la línea, del artista argentino Eduardo Mac Entyre, pone en escena los distintos momentos de una obra producida a lo largo de más de sesenta años. Desplegada en las cuatro plantas del Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (MACBA), la muestra curada por Cristina […]

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Sin título, 1950, Óleo sobre tela, 100 x 70 cm

La exposición retrospectiva Sutilezas de la línea, del artista argentino Eduardo Mac Entyre, pone en escena los distintos momentos de una obra producida a lo largo de más de sesenta años. Desplegada en las cuatro plantas del Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (MACBA), la muestra curada por Cristina Rossi permite recorrer las distintas preocupaciones formales y los sucesivos sistemas de trabajo del artista, en un arco temporal que comienza en 1950 y llega hasta la segunda década de nuestro milenio.
En la planta baja del museo, se exponen a través de dibujos y pinturas los pasos iniciales en la carrera de Mac Entyre. Una constelación de imágenes documenta sus prácticas de aprendizaje como autodidacta. El conjunto es diverso. Encontramos apuntes fisonómicos hechos sobre el renacentista Hans Holbein que demuestran un acendrado manejo del grafito, bocetos sobre la espiral de Fibonacci y el estudio de una cabeza egipcia reducida a su silueta. Estas imágenes dispersas son las huellas de una apropiación activa del canon occidental que encontrará repercusiones en las posteriores obras generativas. Entre estos papeles, despuntan también los primeros usos de la línea y el círculo como elementos constructivos. Sucede en dos témperas de 1948, en las que la representación de motivos navales tiene lugar a través de un nutrido lenguaje geométrico. Una panoplia de líneas diversas está al servicio de la construcción visual: comas, semicírculos y cruces superpuestas configuran las velas de los barcos y redondean las nubes de un cielo cargado. El uso constructivo de la línea negra nos permite pensar en los trabajos contemporáneos de Luis Seoane y las curvas coloreadas nos remiten a las pinturas, no distantes en el tiempo, de Luis Barragán. También en torno al motivo portuario, un Paisaje del Dock Sud (1950) traba un espacio de interpenetración de formas positivas y negativas sobre planos angulosos.

Mandala II en rojo, 1969, Óleo sobre tela, 150 x 100 cm, Colección MACBA –Fundación Aldo Rubino

También en la planta baja y ya en las paredes, un óleo de 1950 y una serie de témperas del mismo año dibujan sobre la tela formas orgánicas, intersecadas por líneas que las dividen y que funcionan como distribuidores entre las zonas de color. La línea, que por momentos es continua y en otros segmentos punteada, proporciona rutas posibles a la mirada, establece marcos de lectura para un campo partido en distintas áreas cromáticas. Esa línea bordea, atraviesa, pero sobre todo abre un camino que conecta el conjunto y restituye la unidad en la proliferación de las formas. En obras de finales de los 50, como Sín Título (1958), o de los tempranos sesenta, como Construcción a través de una circunferencia (1963), la línea se vuelve en cambio un instrumento intelectual de reflexión sobre el círculo. El artista no le pide ya al espectador que se abra camino con su mirada por la espesura de las formas sino que asista al espectáculo de un razonamiento. Sobre fondos ascéticos, el movimiento de la línea desdobla y reparte un espacio que tiene el ethos tranquilizador de una demostración matemática.

Lys 3, 1977,acrílico sobre tela,150 x 110cm

Si continuamos nuestro recorrido en el primer subsuelo, nos encontramos con la imagen a la que la obra de Mac Entyre es asociada con más frecuencia: las tramas vibrantes que se modulan en planos curvados. Pintura generativa, desarrollos opuestos (1969) presenta una trama de líneas verdes y rosas que circunscriben un motivo central sobre un fondo bordó. La mirada del espectador se concentra inevitablemente en la técnica, intenta descifrar el proceso productivo de ese artefacto visual que se destaca sobre un fondo neutro. A su lado, las pinturas Vibración (1965) y Vibración II (1971) generan la misma inquietud, invitan a un acercamiento que interrogue las técnicas constructivas. La interpelación al espectador, sin embargo, se produce de otra manera. Son piezas, estas últimas, de gran formato y casi cuadradas, en las cuales un patrón de efecto vibrátil se despliega sobre un campo de color. A diferencia de otras obras, aquí no se trata tanto de analizar como de dejarse perder en una imagen inmersiva.

Generación de espacios, 1983, Acrílico sobre tela, 180 x 140 cm

En el centro de la sala encontramos tres obras que se articulan como episodios en un tríptico narrativo. Los planos se pliegan y se despliegan pero sobre todo se intersecan, aún más: escenifican esa intersección. La atención del observador se concentra en ese punto y al hacerlo, reconocen las distintas tramas imbricadas que revelan su número en el sitio del encuentro. Siempre es posible –y la obra lo demanda- un acercamiento a la tela: a esa escala de observación diferenciamos los trazos de colores que modulan una misma línea y que producen, en la superposición, efectos de iridiscencia. Si en las obras que se titulan Vibración lo que convoca la atención es el grado variable con el que se definen las líneas, en las pinturas centrales las imágenes presentan una dramatización de los elementos plásticos. En la misma sala, ameritan especial consideración las tintas Desplazamiento de curvas (1973) y Generación de espacios (1983) en las que el dibujo se reconfigura por el vidrio acanalado a través del que los vemos. El mismo efecto óptico de una visión complicada o directamente obturada aparece en Superposición 4 (1973), una obra formada por dos serigrafías que se ubican en la parte delantera y en el fondo de una caja acrílica. Completan el conjunto exhibido en este nivel una pintura generativa sobre círculo negro de 1947 y el Mandala ii de 1969, que tematizan el motivo de la circunferencia desde una perspectiva orientalista. Dos nutridos tableros con témperas y dibujos contribuyen a documentar el proceso creativo.

Hacia el infinito, 2000, Acrílico sobre tela, 170 x 120 cm

El segundo subsuelo recibe al visitante con una frase del artista: “En cada obra trato de encontrar una nueva manera de expresarme, una forma distinta de la anterior”. Lo que ilumina la declaración de Mac Entyre es el hecho de que cada obra se presenta como un problema que debe ser resuelto, sobre la base de un diagrama que opera en todas ellas por igual. El artista afirma en otro texto de la sala que “la combinación de las curvas lo acerca a una alusión de los grandes ritmos cósmicos”. La referencia permite dimensionar una clave de lectura antropológica, sugerida también en los títulos; es el caso de la Forma totémica que reconcentra sobre un eje vertical el vocabulario plástico de Mac Enryre: inflexiones que modulan lentamente los planos y estribaciones dramáticas de blanco sobre los fondos oscuros. La innovación formal más importante que introducen las pinturas de esta sala es el esfumado, que aparece en la obra del artífice en la década de 1990 y del 2000. En estas imágenes se reconoce, asimismo, un facetamiento de los fondos con mínimas diferencias tonales y una paleta en la que dominan los colores fríos. Las pinturas con estas características abren un espacio ambivalente: son a la vez espacios cezannianos, analíticos, y a la vez son artefactos dotados con un efecto consistente de presencia. Esa presencia se insinúa con el desborde virtual de la imagen hacia el espacio expositivo: las líneas próximas a los bordes sugieren un fuera de marco, presentan a la pintura como el recorte de una realidad que la excede.

Desnudo Nuba, 2011, Acrílico sobre tela, 110 x 80 cm

Otros dos núcleos, muy diversos entre sí, completan un panorama caleidoscópico en el segundo subsuelo. Una serie de obras realizadas a finales de los 90 reinterpretan piezas de una cultura africana. Las pinturas son exhibidas junto a las esculturas de madera de la colección Campomar de arte africano que pertenecen al patrimonio de la Provincia de Salta y en las cuales el artista se inspiró. Las obras de Mac Entyre parecen tematizar la lectura vanguardista del arte negro desde el multiculturalismo extendido en los 90. La enseñanza que retiene de las vanguardias es el dispositivo de abstracción de elementos autónomos: esfumados en tonos tierra aparecen ahora como incisiones sobre el espacio plástico, por fuera de configuraciones ilusionistas o de artilugios lineales. El otro núcleo, en el extremo opuesto del nivel, exhibe obras ópticas y cinéticas. Excepto Dinamismo circular, de 1973, las construcciones fueron hechas a fines de 1990 y los años 2000. Sobre fondos blancos, iridiscencias violetas y naranjas aparecen proyectadas por aplicaciones de acrílico. Los dispositivos en este núcleo recuerdan el camino transitado por otras poéticas autorales del arte óptico y cinético argentino a lo largo del XX. Ocurre con una de las piezas sin título de 2012, con módulos blancos colocados en distintas posiciones sobre el plano, que recuerda muy vivamente a las atmósferas cromoplásticas de Luis Tomasello.

Sin título, 2012, Acrílico y madera, 58 x 50 cm

Terminamos el recorrido por el primer nivel del museo. En este piso el círculo y la línea protagonizan imágenes sintéticas y el acrílico aparece como un material dominante. En una pared, una grilla de serigrafías sin título fechadas en 1973 varía el motivo de dos círculos intersecados. El dibujo lineal une esos círculos produciendo desplazamientos y rotaciones. El recurso al grabado permite introducir como variable la repetición pero también la variación, que es su contrapartida compensatoria en el la retórica visual. La reveniencia del motivo años más tarde nos permite pensar en la obra como un archivo de los materiales estéticos que le permiten al artista el volver sobre ellos varias veces y mucho tiempo después. Podemos ver dibujarse, de ese modo, un cierto itinerario: en 1975, el motivo se repite en piezas acrílicas y en el 2013 reaparece con variantes en una imagen de acrílico con iridiscencias. Dos obras con piezas de acrílico de colores saturados, sobre discos neutros, son un posible final para la muestra. En estas piezas ya no se trata de narrar un proceso constructivo sino de exponer sus restos, de impedir que el círculo se cierre sobre sí mismo. Como en cada una de las otras obras, la imagen se desprende a la vez como problema intelectual y como puro efecto de la forma. Por un lado, instala una escena de pensamiento en la cual el observador ve interpeladas sus facultades analíticas pero, en el mismo movimiento, lo invita a demorarse en una experiencia vibrante, sensual, de la línea y el color.

Curadora: Dra. Cristina Rossi
Contacto de prensa: prensa@macba.com.ar

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