Caro Hotel / Francesc Rifé Studio
El edificio, reconocido como Hotel Monumento es como un palimpsesto que diferentes moradores han impregnado, el último, nuestro estudio… Se compone de una serie de elementos y culturas integradas que se han ido desvelando a través del tiempo. Partiendo de una estructura inicial, marcada por una importante muralla almohade de […]
Compartir
El edificio, reconocido como Hotel Monumento es como un palimpsesto que diferentes moradores han impregnado, el último, nuestro estudio… Se compone de una serie de elementos y culturas integradas que se han ido desvelando a través del tiempo. Partiendo de una estructura inicial, marcada por una importante muralla almohade de unos 15m de altura del s. XII que atraviesa todo el edificio longitudinalmente desde el restaurante Alma del Temple hasta el primer nivel de habitaciones.
También la escalinata, ubicada en el lobby principal, que data de principios del s. XIX, ha sido trascendente como elemento distribuidor de los espacios. Conjuntamente a esta escalinata, un mosaico, del cual dicen, es el más antiguo de la ciudad (s. I a.C.) y representa el cuerno de la abundancia, símbolo emblema de prosperidad y finalmente un arco “escarzano” que nos abre el paso hacia la zona del Meta Bar, continuo al lobby y a la terraza exterior.
El hotel se ha concebido como un generador de historias, donde se regresa al concepto de los viajeros que se retiran buscando una buena lectura, una deliciosa propuesta gastronómica o una interesante conversación, convirtiendo al hotel en un verdadero “hogar”. Su privilegiado emplazamiento, permite conectarse a la vida de la ciudad y saborear la bulla valenciana, alegre e irónica.
Su fachada monumental, también protegida por Patrimonio, dibuja el estilo de la época, con sus cornisas, sus altas aberturas, sus porticotes restaurados y una importante puerta de madera maciza que nos abrirá nuestro espacio a los viajeros que quieran detenerse para vivir un nuevo espacio de la ciudad. Un espacio que pretende que el viajero se detenga y que no sea de sólo paso. Sus colores ceniza contrastan con un interior claro, luminoso y abierto.
El lobby, primer espacio que encontramos, se dispone como espacio distribuidor, bien hacia la recepción, integrada como una caja de luz dentro de la propia pared de obra vista original, bien hacia la escalinata, que nos llevará hacia las primeras habitaciones y a la biblioteca; también nos conducirá hacia el acceso interior del restaurante Alma del Temple y a los servicios públicos y finalmente hacia su lado contrario, al Meta Bar, y a la terraza que en verano permitirá conectarse totalmente con el bar interior, gracias a una importante puerta pivotante listonada en madera negra para protegerse del sol.
La importancia de los elementos estructurales ha obligado a que nos hayamos inclinado por la utilización de materiales neutros, como suelos de resinas brillantes en colores muy claros, mármol “arabescazo” para la barra del bar y paredes de idéntico color que los pavimentos con la idea máxima integración. El mobiliario neutro diseñado por el estudio contrasta con otras piezas de autor situadas estratégicamente.
El hotel funciona también como pequeño museo, que de forma sutil expone piezas de gran importancia, como el mosaico comentado, parte de bases de columnas, artesonados de madera, pequeñas vasijas ubicadas en vitrinas.
Las 26 habitaciones que conforman el hotel son distintas. La complejidad de los espacios ha hecho que cada espacio de descanso haya requerido un tratamiento especial y diferente. La existencia de elementos de valor histórico ha subordinado a la distribución que ha tenido que trabajarse muchísimo para conseguir el grado de confort y a la morfología de cada estancia. Quizás a destacar la Suite, situada en primera planta y asomada a la fachada principal, cuyo elemento más importante son los techos, donde reposa el trabajo del siglo pasado en escayola, en la estancia del salón y de un restaurado fresco en la zona del dormitorio.
Otros espacios interesantes son las buhardillas, equipadas de calidez espacial y material por sus revestimientos originales de vigas de madera y ladrillos refractarios de color rojizo. También habitaciones con integración de muralla, otras integradas en la torre árabe que obligan a la creación de interesantes dobles espacios y finalmente a otra serie de dormitorios, que por tratarse de espacios ubicados en zonas parcialmente nuevas se han solucionado con el propio hormigón estructural como símbolo de nuestro siglo y que proyectan unos espacios más minimalistas pero siguiendo la misma sensibilidad del resto de estancias.
Suelos de hormigón color visón y paredes del mismo tono contrastan con los colores tierra de muros antiguos, de ladrillo y piedra y con el mobiliario de madera de roble teñida y lacas brillantes, también de los mismos tonos. La iluminación, tanto de los dormitorios como del resto del hotel, es extremadamente cálida, mucha de ella diseñada para la ocasión, como los apliques y lámparas de sobremesa modelo House de Uno Lighting y otras con lámparas clásicas como la Parentesi de Flos, la Fortuny de Pallucco o la Luminator también de Flos.