El chalé de las tres esquinas / Tiago do Vale Arquitectos
NOMBRE DEL PROYECTO: El chalé de las tres esquinas ARQUITECTURA: Tiago do Vale Arquitectos UBICACIÓN: Sé, Braga, Portugal CONSTRUCCIÓN: Constantino & Costa AÑO DE PROYECTO: 2012 AÑO DE LA OBRA: 2013 ÁREA DE IMPLANTACIÓN: 57.20 m2 ÁREA BRUTA: 171.60 m2 ÁREA ÚTIL: 114.20 m2 ÁREA HABITABLE: 89.03 m2 FOTOGRAFIA: […]
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NOMBRE DEL PROYECTO: El chalé de las tres esquinas
ARQUITECTURA: Tiago do Vale Arquitectos
UBICACIÓN: Sé, Braga, Portugal
CONSTRUCCIÓN: Constantino & Costa
AÑO DE PROYECTO: 2012
AÑO DE LA OBRA: 2013
ÁREA DE IMPLANTACIÓN: 57.20 m2
ÁREA BRUTA: 171.60 m2
ÁREA ÚTIL: 114.20 m2
ÁREA HABITABLE: 89.03 m2
FOTOGRAFIA: João Morgado
El “Chalé de las Tres Esquinas” es un edifício muy peculiar, que documenta la historia y diáspora de su región, combinando arquitectura y diseño urbano portugués del siglo XIX con una inesperada influencia alpina. Esta influencia es traída por una histórica vaga de portugueses volviendo del Brasil en los ochocientos, con dinero y influenciados por los centroeuropeos que hacían la segunda revolución industrial en Brasil.
Diseñado como un anexo del pequeño palacio a su lado y situado en el corazón de las murallas romanas y medievales de Braga, este es un edificio particularmente soleado, con dos frentes, una hacia la calle al oeste y otra volteada hacia un delicioso y calificado interior de cuadra al este, disfrutando de luz natural a lo largo de todo el día.
La identidad del edifício se perdió en 120 años de pequeñas intervenciones no calificadas, resultando en una compartimentación excesiva, cerrando el edificio a la calle y a la luz.
Su fachada fue igualmente adulterada: marcos modernos en aluminio y cajas de estores exteriores cambiaron la estereotomía de los vanos, la escala del edificio y de sus detalles, rompiendo el sentido original de la calle.
El objetivo del proyecto fue, entonces, clarificar los espacios y funciones del edificio, recuperando su imagen, técnicas constructivas y programa (essencialmente habitacional) originales, simultáneamente adecuándolo a las formas de vivir contemporáneas, devolviéndolo a la ciudad y potencialmente constituyendo un modelo para futuros projectos de recuperación en el barrio.
Se restauró la gloria original de la fachada: los marcos de las ventanas originales, en madeira, fueron recolocados y el adorable alero decorado preservado.
En el interior recuperó la distribución espacial y funcional original, se restauró la escalera, el entarimado fue rehecho sobre la estructura original así como la estrutura del techo, y se introdució mármol de Estremoz portugués en todas las superficies para impermeabilizar y planta baja.
El programa pedía la convivencia entre un estudio de trabajo y un programa doméstico.
Una diferencia de 1,5 m de altura entre la calle y la plaza de interior de cuadra posibilitó montar el estudio de trabajo en la planta baja, se relacionando con la calle y disfrutando de la luz del atardecer.
El programa domestico se relaciona con la plaza interior y la luz del amanecer. La plaza interior es puntuada por varios naranjos: estos providencian una deliciosa sombra durante el verano y presentan un bello espectáculo por el invierno, cubiertos con vistosas frutas.
Considerando la reducida área bruta del edificio, fue adoptada la estrategia original de jerarquizar los espacios por pisos. La escalera se va estrechando a cada tramo, comunicando así la naturaleza cambiante de los espacios que conecta.
La geometría de la escalera filtra eficientemente las relaciones visuales entre los dos programas, mientras permitiendo que la luz natural de los pisos superiores baje sobre el estudio de trabajo.
El primer piso se reservó para las zonas sociales de la casa. Rechazando la tendencia natural para la compartimentación se permitió que la escalera definiera los perímetros del salón y cocina, creando un piso abierto con luz natural a lo largo del día. La luz entra por la cocina por la mañana, cenitalmente sobre la escalera y por el salón en la tarde.
Subiendo los últimos y estrechos tramos de la escalera se alcanza la zona de dormir, donde la protagonista es la estructura del tejado, dejada aparente pintada en tonalidad blanca. Del otro lado de la escalera se encuentra el cuarto de vestir apoyado por un cuarto de baño.
El tema visual de la casa es el color blanco, sistemáticamente repetido por las paredes, techos, mármol y carpintería en general. El cuarto de vestir es la surpresa en el tope del edifício. Tanto el piso como la cobertura se presentan en su color natural, rodeados por puertas de armario del mismo material. Se aprehende como una cajita de madera, siendo un contrapunto a la caja blanca de la casa y siendo, en si misma, contrapuesta por la cajita de mármol del baño contíguo.
Tiago do Vale
«Justo mientras lo visitábamos por la primera vez se tornó bastante aparente que el edificio pedía desesperadamente dos cosas: la primera liberarse de todos los añadidos gratuitos que lo sofocaron y comprometieron la clareza y lógica de sus espacios originales; y la segunda (que, en muchos aspectos, en un síntoma de la misma enfermedad) permitir que la luz se penetre por sus espacios. La oscuridad fue la última consecuencia de la compartimentación sistemática que el edificio sufrió. Necesitábamos maximizar tanto la luz como la transparencia para permitirle que respirara.»
«La tipología original del edificio, típica de los ochocientos -y considerando que este edificio ya fue concebido para que fuera de uso flexible- es, en si misma, bastante permisiva y abierta, capaz de dar respuesta a casi cualquier tipo de programa arquitectónico.
Así, nunca consideramos otro camino que no fuera el de ser fiel a la naturaleza original del edificio, tanto en su arquitectura y soluciones técnicas como en la distribución programática y espacial.
Recuperamos no solo los materiales originales pero también los usos originales de cada espacio. Y mismo cuando introducimos nuevos materiales -como el mármol de Estremoz- lo hicimos con el criterio de estar de acuerdo con la naturaleza del edificio y de su época.»
«En este caso particular, el tiempo no le fue generoso [con el edificio].
A veces un arquitecto se encuentra dividido, intentando dar respuesta a los desafíos de una recualificación, seducido entre la honestidad conceptual de hacer una restauración ciega y estricta, y la deshonestidad conceptual de romper las reglas para permitir que su proyecto vaya un poco mas lejos en algún tema en particular.
Como siempre, el mejor compromiso está entre los dos extremos, informado por ambos: una restauración ciega y estricta puede resultar en un bello e interesante objeto arquitectónico, pero hay que ceder en algo si queremos que el edificio pueda dar respuesta a los requisitos de la forma de vivir contemporánea, que es radicalmente diferente de la de hace 120 años. Esa respuesta es, en última análisis, la verdadera misión de un edificio (y el aire que lo mantiene vivo).
Cuando el paso del tiempo es generoso, califica y valora un edificio, añadiendo algo a sus calidades originales y marcando su camino a través de los años. Ilustra como la forma como nos relacionamos con nuestros hogares incesantemente cambia y evoluciona, lo que es enormemente enriquecedor y una experiencia arquitectónica maravillosa.
Así, regresando a este caso en particular, intentamos cometer la tierna deshonestidad de regalar a este edificio una historia mas feliz, con un camino mas generoso que el que realmente el edificio ha sufrido. Recuperamos y destacamos sus bellísimas características originales mientras introducimos, al mismo tiempo, ideas y elementos capaces de transportar, paso a paso, este hogar desde el tiempo de su fundación hasta los días de hoy, perfectamente ajustada a los modos de vida contemporáneos.»
«Todo dicho, nuestra opción fue simplemente la de traer de nuevo el Chalé a sus condiciones originales pero con la sutileza (que en realidad es el punto fundamental del proceso) de proveer algo más allá de una restauración ciega, capaz de devolver el edificio a una función, a un uso, a las personas (y a que puedan habitarlo con genuina calidad), a lo día de hoy, a la calle, a la ciudad, y hacerlo lo dotando de flexibilidad suficiente para que se mantenga útil y vivo por 120 años mas.
Así mismo, no deja de ser un tema bastante delicado, ya que función, usos, personas, calles, ciudades, todas son cosas que, sin parar y sin pedir excusa, permanentemente van cambiando la forma como se relacionan con su entorno construido.»