Chacra en La Barra – Uruguay Parte I / Arquitecto Diego Montero

Los materiales tradicionales de las casas de campo fueron utilizados en esta residencia de verano llevándolos a sus máximas posibilidades en cuanto a escala, nobleza y calidad de terminación. Con un dream-team profesional integrado por el arquitecto Diego Montero, Nora Sandler en interiorismo con intervenciones de Laura Sanjurjo y Juan Grimm en paisajismo, una casa que practica la creencia de que el lujo es el espacio.

Superficies utilizadas
Peroba Brasilera
Alisado de Cemento
Pino Tratado
Lapacho
Venecitas
Mármol Pintaverde
Chapa de Hierro

Los pisos se resolvieron con madera de peroba brasilera de antiguos galpones, recuperada y pulida. Las diferencias de tamaño y color de los tablones originales se respetaron al punto de que no existe uno igual a otro. En el caso del escritorio, los muros también fueron revestidos en peroba de demolición; solo que en este caso las viejas maderas no fueron pulidas sino que las huellas del paso del tiempo se dejaron intactas, lo cual le confiere al espacio una personalidad única. Como en el resto de la casa, los cielorrasos de pino tratado se pintaron de blanco.

Otro material tradicional invitado al espacio es la chapa de hierro que, pintada en gris oscuro, fue utilizada para la gran biblioteca especialmente diseñada para esa pared.

Enormes portones que se abren y cierran mediante un sistema de riel y ruedas separan al escritorio del corredor evocando, al hacerlo, el encanto de los galpones rurales de antaño. Hechos en madera de cedro, se los pintó de rojo, un color que se reitera en distintos elementos de la decoración. Para las cortinas se recurrió a las típicas persianas uruguayas de maderitas; aquí se las dejó al natural mientras que en otros ambientes se las pintó.

La atmósfera del living y del comedor también se encuentra determinada por la calidez que imponen los pisos de peroba brasilera recuperada y el estilo de interiorismo que encaró la dueña de casa. Las paredes se pintaron en la paleta de los beiges, en contraste con el blanco puro de la carpintería de los cielorrasos y de una columna que sirve de gran marco a la pintura del artista Martín Reyna. Con obras de Carolina Antoniadis, Matilde Marín, Pablo Fonseca, Gonzalo Papantonakis, Hugo Arias y Nora Sandler, el arte ocupa un lugar primordial. El color se maneja con fluidez aunque sin estridencias. Todos los artefactos de iluminación fueron diseñados por Diego Montero y Laura Sanjurjo.

Las paredes de la suite principal alternan pintura de obra en un sereno tono de beige, con pino tratado, pintado de blanco. Las imponentes vigas antiguas dejadas al natural imprimen una nota rústica. Como en otros de los ambientes, grandes alfombras de telar suman color y calor de hogar. Para el frente de la chimenea se utilizó un enchapado de hierro. Sobre ella, cuadro del recordado Hugo Arias.

El gran corredor que sirve de entrada al dormitorio multiplica la luz natural sumando a las grandes ventanas, una claraboya.

Todos los baños de la casa recibieron el mismo tratamiento: pisos de cemento alisado, cielorrasos en madera blanqueada, mesadas de mármol y muros revestidos en venecitas de colores; en el caso del baño principal, el tono elegido fue el gris. Para los placares también se fijó un criterio uniforme: se los resolvió con frentes de madera pintada de blanco, cortinas de rafia natural en las aberturas y simples tiradores de cuero.

Una de las suites de huéspedes: alisado de cemento en los pisos, paredes pintadas en tono neutro y un clima de inigualable serenidad. En este baño se eligió el verde para las venecitas, que fueron combinadas con mármol Pintaverde. Las persianas de madera, otra constante de la decoración.