Luma casa de montaña / Estudio Verardo
A la hora de obtener inspiración para proyectar Luma no hizo falta más que predisponer los sentidos a recibir el contundente mensaje del lugar donde el hotel habría de emplazarse. El terreno agreste, pródigo en arrayanes, coihues y otras especies nativas; la vista imponente al lago Nahuel Huapi; la cercanía […]
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A la hora de obtener inspiración para proyectar Luma no hizo falta más que predisponer los sentidos a recibir el contundente mensaje del lugar donde el hotel habría de emplazarse. El terreno agreste, pródigo en arrayanes, coihues y otras especies nativas; la vista imponente al lago Nahuel Huapi; la cercanía a Villa La Angostura, con su estilo discreto y natural, impusieron el desafío de crear una obra que se mimetizara con el paisaje, respetándolo a ultranza y rindiendo homenaje a sus materiales, a sus colores. Y a su espíritu.
Superficies utilizadas
Revoque Grueso con Ferrites Naturales
Coihue
Piedra
Baldosas Calcáreas
Teca
Las paredes, sumamente sólidas, fueron trabajadas con un revoque grueso fratachado y luego teñidas con óxidos y ferrites en tonos tierra. En el corredor, pisos de baldosas calcáreas. El techo recibió el mismo tratamiento que los muros pero además se completó con vigas de coihues existentes en el terreno que fue preciso talar por seguridad; sobre la madera dura se aplicó una pátina tendiente a blanquearla. Para la galería se eligió un porcelanato símil piedra resistente a la intemperie –nieve incluida–. Las barandas se hicieron en hierro.
Con aberturas que enmarcan las vistas como cuadros, muchos de los espacios fueron proyectados para la contemplación del lago y el cielo, sublime belleza patagónica. Las baldosas calcáreas hechas especialmente para la casona de manera artesanal son lisas -en determinados sectores se las dispuso en damero- o estampadas –con estas últimas se diseñaron guardas–. En las paredes, la gracia de los tintes naturales sobre un revoque rústico de arena volcánica. Y en todas partes, una atmósfera cálida y atemporal.
En algunas de las suites, cielorraso portugués a cuatro aguas pintado de blanco, patinado y posteriormente intervenido por el artista plástico Gonzalo Fontán. Combinación de revoque grueso y cemento alisado para un baño clásico.
En cada uno de los ambientes se buscó utilizar materiales naturales, nobles, con buena vejez. ¿El resultado? La sensación de estar en una casa súper acogedora abierta a invitados, más que a huéspedes. Tal, un objetivo de los dueños del resort que el Estudio de arquitectura logró cumplir con creces silenciando su propio trabajo: parece como si la construcción existiera desde siempre.
En otros de los baños, los mosaicos calcáreos se combinaron con cemento alisado o con incrustaciones de piedras y venecitas.
El spa despliega un lujoso piso de teca que forma cuadrados en distintas direcciones. La piedra que reviste los exteriores a esta altura de la casa se cuela en el interior, tapizando las columnas entre los muros vidriados de la pileta. Por encima de una viga de madera y de una franja patinada en un tono amarillo fuerte, las paredes recibieron un revoque rústico fratachado y teñido en un gris natural. Desde el cielorraso, portentosas vigas de coihue perpetúan la presencia de los árboles nativos dentro del refugio. Otro tanto sucede en la escalera, hecha de la misma madera.
Mientras que los interiores fueron revocados y más tarde pintados, los muros exteriores también recibieron un revoque grueso fratachado, solo que ya mezclado con los óxidos y ferrites que le dieron a la casa los particulares tonos terrosos que la mimetizan con el paisaje. El deck que rodea a la pileta en el exterior fue realizado con madera de añosos coihues del lugar, sumamente resistente a las inclemencias a las que está expuesta. En el mismo material se realizaron los dinteles de las ventanas y las columnas que sostienen el balcón privado de una de las suites.